21 noviembre 2010

Por favor





Sale de su casa con el único propósito que la ha mantenido con vida durante sus últimos 15 años: hacerle saber que lo piensa, lo mantiene presente. Se dirige con calma a la librería. El vendedor la ha estado esperando con la postal ya lista en un sobre blanco, desde que se dio cuenta de la obsesión puntual de ella, cada mes, desde hace 15 años. Le informa siempre qué motivo escogió, más con la ingenua intención de no aburrir al secreto destinatario que para congraciarse con ella. El vendedor le sonríe afable y le entrega el sobre: ‘’Esta vez es un paisaje de una playa’’, le dice. Ella no lo mira. Toma el sobre, paga y se retira en dirección al correo. ´´Pobre señora´´ piensa el hombre. Aparece, como ha aparecido siempre, durante estos últimos 15 años, taciturna, austera, simple.

Camina lentamente hasta llegar a la puerta del establecimiento: exactamente 15 minutos antes de que cierre. Los tres empleados se miran y lanzan los mismos comentarios invariables de hace también 15 años: ‘’Siempre puntual’’, ‘’Nunca se cansa’’, ‘’Pobre señora, le escribe a la nada’’.

Se aproxima a uno de los mostradores. Saca la postal del sobre y escribe: ´´Tu ausencia aún no me doblega, pero por favor, vuelve’’. Respira hondo. Guarda la postal en el sobre y escribe la dirección y el nombre del destinatario, siempre en ese orden. Acaricia el sobre delicadamente con la secreta esperanza de que él la sienta al recibir la postal. Después de unos minutos, se dirige a una de las ventanillas y entrega el sobre. ‘’¿Normal o expresa?’’, pregunta la muchacha que sabe de antemano la respuesta. ‘’Expresa’’, responde ella, sin siquiera mirarla. Paga y se retira con el comprobante en la mano. En 15 días, él estará recibiendo en forma de postal sus besos, caricias, voz, todos sus días juntos.

Al otro lado del mundo, 15 días más tarde, la postal llega a destino. Como todas las mañanas y antes de ir a trabajar, revisa el buzón. Cuando lo abre allí está ella: ella y su risa tímida, ella y su mirada profunda, ella y su voz pausada. Toma el sobre y lo abre. El paisaje de la playa lo distrae por instantes. ‘’Buena foto’’, piensa. Por detrás, lo aguardan las mismas letras de siempre. Sin leerla, rompe con cuidado la postal en pedacitos que guarda en el bolsillo. En el camino, irá esparciéndolos por la ciudad. ‘’Nunca’’ es su respuesta, pero ella, a tantos kilómetros de distancia, no llegará a oírla.