31 julio 2011

¿La ha visto?


Se calza los zapatos más cómodos que tiene. Coloca en la mochila una camiseta extra, el mapa de la ciudad, una libreta para anotar y dos fotos de ella, escogidas cuidadosamente. En una, el cabello le cae pesado sobre los hombros y sonríe a medias, con una sonrisa un tanto forzada; en la otra, el cabello lo lleva un dedo por debajo de las orejas y muestra su sonrisa perfecta, radiante, risueña. Se detiene un poco en esta foto y una avalancha de recuerdos lo sepulta. Recorre con ternura esa figura. ‘’Vine a reencontrarte’’ dice en voz alta, con la esperanza de que en algún punto de la ciudad, ella logre oírlo. Termina de preparar la mochila y sale de la habitación.
En el mapa marcó diferentes zonas: Palermo, Villa Crespo, Recoleta, para empezar. Sabe que su empresa, aparte de irrisoria, es suicida. 10 millones de personas habitan la ciudad; sin embargo, está seguro de encontrarla.
Camina sin prisas por calles desconocidas. Detiene a la gente que pasa. Le pregunta por ella : ´´Busco a esta chica. Se llama Mariel. Tiene cerca de seis meses aquí. ¿La ha visto?’’. Hay quien se detiene por lástima a observar las fotos. Hay quien se burla de inmediato y lo llame de ‘iluso’, ‘loco’. Hay quien lo oye, le pregunta por ella, el por qué de su búsqueda. Hay quien lo ignora sin ambages. Él no pierde el ánimo. Recorre bares, placitas, se detiene en las entradas del metro: ‘’¿La ha visto’’?.
Su guión de vida es igual semana tras semana: caminar con rumbo fijo por calles marcadas en el mapa, con las fotos en la mano. Va preguntando a quien tiene la paciencia o la educación de escucharlo. El resultado es el mismo. Mariel no existe para nadie, solo para él.
De madrugada, cuando llega al hotel, después de días extenuantes e infructuosos, se aferra a las fotos. ‘’No puedes estar tan lejos. No puedes no existir’’. Así se duerme, pensándola, llamándola, sintiéndola en el lado que le correspondería en la cama.
Cada semana va pasando, sin embargo, lenta, pesada, inocua. Se aferra a la certeza de que la encontrará, pero el tiempo nunca fue aliado en esta empresa. En contados días deberá regresar a su casa, pero ¿regresar sin Mariel? No estuvo nunca en sus planes su ausencia.
El último día es el día más largo de todos. No hay más tiempo. Regresa solo con una gran colección de negativas y sin ella. A Mariel se la tragó la ciudad y es definitivo. Ahora sí lo embarga el desánimo. En su habitación del hotel, ordena sus pocas pertenencias. En una hora deberá estar ya en el aeropuerto. Respira hondo. Ya en la recepción, se dispone a pagar la cuenta. ‘’Señor Lara, ayer una chica le dejó esta notita’’, le dice la recepcionista. Él tiembla. Desdobla el papel con cuidado y lee: ‘’No me busques más que no quiero encontrarte nunca. M’’. Cierra los ojos y siente un dolor agudo, justo ahí donde antes estaba Mariel y su risa, Mariel y su voz, Mariel y su ánimo. Paga la cuenta y camina, en completo silencio, hacia la salida.