‘’Se alquila cuarto en la zona de Gracia a estudiante de sexo femenino’’.
Mar leyó el anuncio y lo subrayó. Sería el quinto en la lista de habitaciones
para visitar ese día. Siguió leyendo el diario. Anotó tres direcciones más,
antes de salir de casa y empezar el recorrido.
Cuando llegó a la Gracia, observó el edificio desde afuera. Tenía dos
apartamentos por piso solamente, amplios balcones y estaba flanqueado por dos
árboles milenarios, que seguramente lo hacían fresco durante el verano.
Tocó el timbre y esperó a ser atendida. ‘’¿Sí?’’, preguntó una voz
masculina. ‘’Hola, vengo por el anuncio del cuarto’’, dijo. ‘’Bajo ya’’. Cinco
minutos más tarde, Mar subía las escaleras del edificio, rumbo al tercer piso,
escoltada por Stefano, el chico italiano que había publicado el anuncio.
Cuando Stefano abrió la puerta, Mar quedó impresionada con la magnífica luz
que inundaba suavemente la sala del apartamento. El balcón, que no daba a la
calle, sino al río, tenía unas amplias puertas con vidrios de colores, que le
daban un aire juvenil a todo el conjunto.
‘’Aquí vivimos tres personas y estamos buscando a una cuarta’’, dijo
Stefano, con su característico acento italiano. ‘’Dividimos los gastos de
electricidad, gas, agua, entre todos. Lo normal, ya sabes. Se puede traer
visitas, se permite fumar, de hecho, yo fumo’’, dijo, y sonrió seductor, aunque
no lo fuera. Mar escuchó atenta y asintió. ‘’Te muestro el cuarto, que para eso
viniste’’, continuó el muchacho, un poco impaciente y haciendo una mueca, que
denotó todo su sarcasmo.
‘’Está al fondo. Es el cuarto más grande de la casa y tiene un pequeño baño
privado. ¡Todo un lujo!’’. Cuando abrió la puerta de dos hojas, la luz de la
amplia ventana, íntima y melancólica, invitaba inmediatamente al descanso.
Había una cama de dos plazas, una mesita de noche a un lado y un closet
mediano. Mar observó todo maravillada. ‘’Te parece lindo, ¿verdad?’’, le
preguntó Stefano. Y antes de que ella pudiera responder, él mismo se contestó:
‘’Es que es una auténtica belleza. Y tiene una vista impresionante, además’’,
enfatizó. Mar se acercó a la ventana y constató lo que decía el muchacho. La
vista era insuperable. Toda la ciudad cabía en esa ventana, con sus techos
rojos y su vida antigua. La catedral se veía perfecta y el río, al fondo,
completaba el mágico escenario.
Mar abrió la ventana de par en par. Se sintió bañada por la luz del
mediodía. ‘’Excelente sitio para empezar a ser feliz de una vez por todas’’,
pensó. Stefano aguardaba, con los brazos cruzados en la espalda y jugando con
las llaves entre sus dedos. Se le acercó y un tanto ansioso, le preguntó: ‘’¿Y
bien? ¿Te gusta? ¿Te lo quedas?’’. Antes de que Mar pudiera responder, Telma
entró a la habitación. ‘’¡Hola! ¿Viniste a ver el cuarto? ¿Qué te parece? No
menos que hermoso, ¿verdad?’’, dijo y sonrió. ‘’Ella es Telma, una de las
chicas que vive aquí’’, explicó Stefano, que siguió enumerando las ventajas de
vivir en aquel sitio y justamente en aquel cuarto. Telma intercambió una mirada
cómplice con Stefano. A cada frase que él decía, ella agregaba algo más, para
darle más peso a la descripción.
Mar sintió la presión, la urgencia de la decisión. Todavía tenía cuartos
que visitar, no quería apresurarse, pero este era verdaderamente una belleza a
un precio que un estudiante extranjero con poco dinero como ella podía pagar.
‘’Una pregunta, chicos’’, dijo Mar. Telma y Stefano cesaron su parloteo y
la miraron. ‘’¿Por qué ninguno de los dos se mudó a este cuarto, si es tan
maravilloso?’’. Telma soltó una risita nerviosa: ‘’Porque…bueno…la verdad…’’.
Stefano la atajó: ‘’Ya todos, Telma, Inés, que es la otra chica que no conoces
aún, y yo, ya hemos recorrido los cuatro cuartos de esta casa y la verdad es
que nos gusta cambiar’’, y sonrió, forzosamente. ‘’Sí, sí, nos gusta cambiar. Yo
ahora ocupo el cuartito pequeño, al lado de la cocina y me viene bien’’,
explicó Telma de prisa. ‘’Voy a pensármelo’’, dijo Mar. ‘’No lo pienses mucho,
mira que…’’ y antes de que Stefano pudiera terminar la frase, sonó el timbre.
Telma salió de la habitación para responder. Al regresar, dijo: ‘’Dos chicas
están por subir a ver el cuarto. Seguro una de ellas se lo va a querer quedar,
a menos que tú te decidas, ya’’, dijo, enfatizando ese ‘’ya’’ que llegó a sonar
casi como una orden.
Mar parpadeó. ‘’Está bien, chicos. Lo alquilo’’.
Telma y Stefano se miraron cómplices y sonrieron. Stefano extendió la mano y
dijo: ‘’Trato hecho, entonces’’. ‘’Voy a despachar a las otras chicas. Ya
vuelvo’’, dijo Telma y salió triunfante del cuarto. ‘’¿Cuándo tienes estimado
traer tus cosas, Mar’’, preguntó Stefano, ansioso. ‘’El viernes, que tengo
libre, seguro’’. ‘’Bueno, como gustes. Te dejo a solas un rato. Ya vuelvo’’.
Mar recorrió despacio de nuevo el espacio. Quedó satisfecha con su elección. Se
asomó de nuevo por la ventana, respiró hondo y sonrió ante el paisaje.
Cuando se fue, Telma y Stefano entraron al cuarto. Se miraron sin mediar
palabra y movieron la cama de lugar, dejando al descubierto la silueta –ya
ahora negra y ya algo desdibujada- del piso. ‘’Con tal de que no se entere de
lo que pasó aquí, todo bien’’, dijo Telma. ‘’Si se entera, ya tendremos el
depósito y alguna de las mensualidades. No te preocupes. Además, siempre hay
estudiantes extranjeras en esta ciudad en busca de un cuarto’’, añadió Stefano
y sonrió, con la malévola sonrisa de siempre.