Llega cinco minutos antes a la
cita. Se sienta en una mesa al fondo del bar. Está nervioso. Tiene las manos
entrelazadas con fuerza, los dedos tensos, la mandíbula apretada. Todos los
músculos de su cuerpo están en tensión. La vista clavada en la puerta, a espera
de que aparezca.
40 minutos han pasado cuando ella
abre la puerta del bar y lo divisa sin saberlo entre tanta gente. Él la ve
también y la tensión en su cuerpo aumenta. Es igual a como la había imaginado y
soñado tantas veces.
La mujer se acerca con paso firme
a la mesa y le extiende la mano, enérgica, al tiempo que sonríe. Él se levanta
con torpeza, más tenso que nunca. Ello lo nota. ‘’Tranquilo’’, le dice. Aún
así, él no puede relajarse.
Una vez sentados, uno enfrente
del otro, se observan y no saben qué decir, por dónde empezar la conversación.
‘’Tenía muchas ganas de conocerte’’,
empieza al fin el chico. ‘’Me gusta mucho que hayas venido’’,
‘’Imagino que tendrás muchas preguntas y puedes hacerme las que quieras’’, dice ella.
‘’Sí, pero no quiero que esto se convierta en una especie de interrogatorio’’. Intenta en vano de sonreír, para dar paso a una conversación más fluida, para aligerar su tensión, sus nervios.
‘’Imagino que tendrás muchas preguntas y puedes hacerme las que quieras’’, dice ella.
‘’Sí, pero no quiero que esto se convierta en una especie de interrogatorio’’. Intenta en vano de sonreír, para dar paso a una conversación más fluida, para aligerar su tensión, sus nervios.
Ella siente esa urgencia de él de
saberlo todo, preguntarlo todo y reclamarle todo o nada. Así que para
aliviarlo, pide dos cafés. Lo observa con benevolencia y aguarda a que él
empiece a indagar. A fin de cuentas, es su historia, no la de ella.
Él mantiene la vista en la mesa,
aunque a veces se fija en la puerta, otras en la ventana, otras en ella. Juega
con la servilleta unos instantes, hasta que decide hablar, como el adulto que
se supone que es.
‘’Eres de una belleza
inimaginable. Tal y como te había soñado. Sé que parecerá raro, pero a veces,
soñaba contigo y no te había visto nunca. Tu voz suena como ‘’tu voz’’, tu
cabello es del color de ‘’tu cabello’’, tus ojos son como ‘’tus ojos’’. Sé que
es tonto. No quiero que me tomes tampoco por loco’’.
‘’No lo haré’’, respondió la
mujer y esbozó una sonrisa tranquilizadora, franca, luminosa.
Él continuó, un poco más seguro
de sí mismo. ‘’Siempre supe que te encontraría y que serías así tal cual te
tengo enfrente… ¿Tú tenías alguna idea de cómo sería yo?’’. Al hacer esta
pregunta, se arrepintió de inmediato. No quería parecer ansioso ni tonto y
justamente estaba siendo ansioso y tonto. Quiso levantarse, salir corriendo, no
oír la respuesta. Tragó grueso.
‘’No tenía ninguna idea de ti. No
lo tomes a mal, no es nada personal. Simplemente que no me detuve a imaginarte,
a fantasear contigo’’, respondió ella.
El muchacho respiró hondo. Ella
se inclinó un poco sobre la mesa y tomó sus heladas manos entre las suyas y
repitió con un tono de voz tan seguro como dulce: ‘’No lo tomes a mal’’. Por un
largo rato, se miraron a los ojos.
Después de esa pausa eterna, ella
prosiguió: ‘’Yo tenía otros planes. Accedí porque Marcos insistió. No por un
deseo propio, ni mucho menos. Todo fue por él. Y su plan no salió como él mismo
esperaba porque pasó lo del accidente. Adiós a todos sus planes. Si él no
hubiera fallecido, tú y yo hubiéramos transitado otra senda del destino’’.
‘’Entiendo’’, atinó a decir el
chico.
‘’Siempre supe que esto no era lo
mío, no tenía ganas, me sentía incapaz de sacar adelante tamaña empresa. Si
Marco hubiera vivido, tal vez yo me hubiera hecho a la idea. O tal vez no.
¿Quién sabe?. Sobre lo que no fue o será se puede especular mil veces y nunca
tendremos la certeza de nada…Me llama la atención que me digas que soñabas
conmigo’’, dijo la mujer y soltó delicadamente, sin premura, las manos del
muchacho.
‘’Sí, lo hacía. Desde hace mucho,
de hecho. Así que supe cómo eras exactamente, sin tener que haber visto una
foto tuya’’, respondió.
‘’Qué increíble. Me lo cuentas y
me es imposible de creer’’, dijo ella, interesada.
‘’Pero es así. ¿Para qué te
mentiría?’’ se atajó el chico.
‘’No digo que lo hagas. Solo que
me parece muy raro. En fin, son cosas mías’’, concluyó ella.
Los dos hicieron silencio por
largos e incómodos minutos. Fue el chico quien logró sobreponerse y reanudar la
conversación: ‘’¿Cómo…¿cómo podemos continuar a partir de ahora? ¿Podemos
volver a vernos?’’. La mujer lo miró, con algo de lástima y suspiró. ‘’No sé en
qué nos mejoraría a ambos el vernos’’. ‘’En mucho’’, contestó él suplicante.
‘’Me haces falta. Eres una parte de mí que necesito tener’’. Ella lo miró, con
más lástima aún. ‘’No quiero forzar nada’’, continuó, ‘’pero me parece muy
bueno que estés aquí. Eso significa que también sientes lo mismo que yo, en
parte’’. ‘’No exageres’’, replicó la mujer. ‘’Vine porque insististe, pero para
mí todo esto no tiene sentido, así que no creo que un próximo encuentro sea
útil para nosotros. Lo que pasó, pasó…Debo irme’’. Se levantó de la silla, se
aproximó al chico y lo abrazó con ternura, como solo las madres, que han estado
ausentes desde siempre, saben hacerlo.