La mujer revisa el buzón, como todas las mañanas. Una única carta reposa
a espera de ser abierta y leída. No reconoce la letra. ‘’Contiene foto’’ dice
en un costado, a modo de advertencia.
Entra a la casa y se sienta, intrigada. Abre con cuidado la carta.
Examina la foto. No reconoce a los niños. La foto debe tener aproximadamente 60
años. ¿Por qué ahora llega a ella? Sin poder contener la emoción, comienza a
leer deprisa, como si de repente tuviera ante sí un cabo suelto de un misterio
infantil.
‘’Si recibes esta foto, que está acompañada de estas líneas, es porque
así lo quise expresamente. ¿La
recuerdas? Tal vez no, pero yo sí. Papá se estrenaba como fotógrafo y nos pidió
que posáramos, así que tú y yo obedecimos, pero Agnieszka se distrajo, como
siempre. Me gustan nuestras expresiones. Yo quise sonreír, apreté los puños y
me quedé así, tieso. Tú, perfecta y exacta desde niña, miraste directo a la
cámara, como si no tuvieras cinco maravillosos años, sino más, como si fueras
una adulta ya.
He guardado esta foto durante todos estos años para tenerte siempre
conmigo, porque eres el mejor recuerdo de mi primera vida, esa que perdí en
algún lugar, con el devenir del tiempo.
¿Por qué lees esto ahora y no antes? ¿Por qué recibes esta foto y esta
carta ahora y no antes, mucho antes? Porque no tuve tiempo de buscarte, ni el
coraje de hacerlo. Me quedé siempre en ‘’mañana te escribo, mañana te busco,
mañana te contacto, mañana te hago ver esta foto’’. Y el mañana no llegó, no
quise nunca que llegara.
No trato con esta carta de pedirte perdón, ni hacerte olvidar mi
comportamiento, porque ni yo mismo entiendo por qué me comporté como un
auténtico hijo de puta. Un ‘’canalla’’ dirías, para evitar así un insulto de
esos que te ensuciarían.
Lo único que quiero que sepas es que he tratado de huir de mí mismo
durante años, porque llevo esta culpa como si fuera una segunda piel. Durante
la guerra fui el soldado más osado, pero no porque me sobrara valentía, sino
porque quería que todas las balas me atravesaran y yo no tuviera que seguir con
este fardo de lo que te hice a cuestas.
No te sorprendas. Estuve en la guerra, sí. Me condecoraron. Me llamaron
de héroe, qué paradoja, ¿no? Yo, el que no pudo enfrentarte nunca, después de
lo que pasó, se convirtió en un héroe. ¡Qué estúpido! Pero así fue toda mi
vida: llena de estupideces, que trataban de solventar mi falta de hombría, de
coraje.
Te escribo esta carta y no sé cómo seguirla. ¿Acaso es un inventario de
sentimientos? ¿O un mea culpa que llega tarde y ya sin sentido a tu vida?
Mírame. Estás junto a mí, como siempre: cerca, muy cerca.
Reveo mil veces esta foto y pienso en ti. En mí. En lo que fuimos
desde niños y en lo que no permití que fuéramos de jóvenes. Trunqué todas las
posibilidades. Y soy tan cobarde que ni siquiera en vida me atreví a enviarte
esta foto, que acompaña estas líneas.
Que no te sorprenda más esta circunstancia. Si estás leyendo esto es
porque ya no estoy contigo, ya no soy el fantasma que te acecha, sino sólo
restos, porque así también lo quise expresamente.
No hubo día en que no te pensara. Nunca hallé paz. Nunca hallé consuelo.
Somos el resultado de nuestras malas decisiones, ¿lo sabías? Y eso fue lo que
fui toda mi maldita vida, después de lo que te hice: una mala decisión, un algo
maltrecho.
No hubo día en que no te pensara’’.
‘’¡Mamá!’’ se oye desde el fondo. ‘’Mamá, ¿dónde estás? ¡Es casi la hora
de comer!’’. La mujer quiere responder, pero se pierde releyendo la carta.
‘’Ah, ahí estás. ¿Qué haces?’’, le pregunta la chica. La mujer sonríe.
‘’Llegó esta carta con esta foto o como dice la carta: ‘’Esta foto con esta
carta’’, responde. La muchacha observa la carta, la foto. ‘’No sé quiénes son’’
explica la mujer, al tiempo que se levanta. La chica la reconoce en la foto. La
mira con ternura y la abraza. ‘’Ven, mamá. Vamos a comer’’. Arruga el papel y
la carta y los esconde en su bolsillo, y piensa: ‘’Ya pasó. Ya todo pasó’’.