A Danail
Van caminando por una callecita,
de las empinadas, de las más oscuras. La ciudad está llena de esas, lo saben,
pero esa zona en particular, más. Para ser finales de otoño, está haciendo más
frío que de costumbre. Ráfagas de aire gélido los azotan cada tanto, a modo de
antesala de lo que será el invierno.
Él le aprieta la mano enguantada,
no solo para cerciorarse de que sigue junto a él, sino para resguardarse un
poco del frío. Olvidó sus guantes en casa. Tampoco lleva abrigo, sino una
chaqueta de cuero, ya bastante gastada, que no lo protege del todo. Si no fuera
porque necesita el empleo, se regresaría a casa. Pero se muerde los labios y no
se queja. Sabe que ella detesta que él se queje por lo que considera
‘’nimiedades’’, así que no dice nada.
Cada tanto, tararea una melodía y
la mira de reojo, para contar inconscientemente con su aprobación. ‘’¿Ya estamos
cerca?’’ le pregunta la chica, por dentro de la bufanda que le cubre la mitad
de la cara. ‘’Creo que faltan dos cuadras o algo así’’, responde vacilante y
antes de escucharla bufar. ‘’Crees’’. No lo sabes. Era de esperarse’’. Él se
encoge un poco y saca un papelito del bolsillo de la chaqueta. ‘’Faltan dos y
llegamos’’ le dice en voz baja, no sin antes sentirse fulminado por la mirada
de la muchacha.
Al llegar a la dirección, ambos
se miran sorprendidos. ‘’Es muy…muy…’’ dice él. ‘’Fancy’’ dice ella, usando uno
de los tantos anglicismos que emplea para recordarle que él no habla inglés. El
chico traga grueso antes de decir ‘’y yo tan mal vestido. No sabía que este
lugar era así de elegante’’.
Se acercan despacio al portero de
la entrada, que los mira de arriba abajo, con algo de lástima. ‘’¿Se
equivocaron de sitio, chicos?’’ les pregunta, al tiempo que les guiña un ojo.
‘’No, creo que no. Tengo una entrevista de trabajo’’ y saca el papelito donde
tenía anotada la dirección y se lo muestra al portero. ‘’¡Ah! Eso es por la
parte de atrás, por donde entra el personal de servicio’’ y les indica que
vayan por el callejón de al lado hasta la única puerta que verán.
Ambos van sigilosos. Al llegar a
la puerta, que está entreabierta, escuchan el ruido típico de quienes trabajan
en la cocina de un restaurante. Y también risas, muchas conversaciones
diferentes en varios planos de mucha gente o al menos de gente muy ruidosa.
El muchacho se asoma por la
puerta, sin soltarle la mano a la chica. En segundos se hizo silencio. Ojos
ajenos se fueron posando en él sin discreción alguna. ‘’Buenas noches, busco
a…¿Oscar?’’ dijo y de inmediato se arrepintió de su pregunta.
Casi todo el personal de la
cocina eran mujeres, que lo silbaron y aplaudieron después de haberle visto entrar
por esa puerta y en ese lugar en el que se diría no pasaba gran cosa.
La chica lo empujó suavemente y
cerró la puerta tras de sí. Si iba a entregar a esa presa, mejor era hacerlo
rápido. Se fijó detenidamente en el lugar: Tenía dos pisos. En el primero se
preparaban los platillos y en el segundo se lavaba la vajilla. Las chicas del
segundo piso suspendieron sus labores y se acercaron a la barandilla a hacer
ruido con los cubiertos para que el chico las viera, pero él se abstuvo de
levantar la vista.
Cuando llegó Oscar, las mandó a
callar. ‘’¡Es a mí a quien buscas! Vienes por el aviso, ¿no?’’ le preguntó,
mientras le estrechaba la mano que estaba helada, no solo el frío, sino del
susto.
‘’Sí, pero creo que mejor…’’
respondió el muchacho lentamente. ‘’Pero mejor le cuentas bien de qué va el
trabajo. Es un muy buen prospecto, ¿cierto?’’ se apresuró a decir la chica.
Oscar asintió y sonrió. Le dio una rápida explicación de lo que tenía que hacer
y un pequeño recorrido por la gran cocina. Las chicas se le acercaron lo más
que pudieron, algunas hicieron el intento de rozarlo. El chico se sintió
aturdido. Era la primera vez que esto le pasaba.
Al terminar de hablar, Oscar le
preguntó cuándo podía comenzar. El chico iba a negarse, pero la muchacha respondió
por él: ‘’¡Mañana mismo! Me aseguraré de venir con él para que no se
arrepienta’’ dijo burlonamente. Le extendió la mano aún enguantada al hombre y
le sonrió. Oscar hizo lo mismo. ‘’Cerrado el trato. Mañana te espero a las 7:00
p.m. Sé puntual, por favor’’ y los acompañó a ambos a la puerta.
De vuelta al callejón, la chica
iba triunfante, pero el muchacho no. En un punto del recorrido se detuvo. ‘’No
me gustó ese lugar. ¿Viste cómo me vieron todas esas mujeres?’’ le preguntó
angustiado. ‘’Pero mi amor, ¿de qué otra forma iban a verte, si eres hermoso?’’
le respondió en un tono dulce. ‘’Mañana te acompaño de nuevo y ya verás que
todo saldrá bien. Los primeros serán difíciles, hasta que te acostumbres’’ le
aseguró. ‘’Pero esas tipas allá adentro…’’ insistió. Ella resopló y dio por
terminada la charla.
Al día siguiente, no hizo más que
pensar en lo que había pasado la noche anterior. No quería ir de nuevo, no
quería empezar en ese trabajo, no quería verse expuesto como un objeto a esas
chicas, pero no quería defraudar a su novia. Ella había insistido en ese
trabajo, ella misma se lo había conseguido. Era algo bueno y fácil para
comenzar, al menos, hasta que pudiera tener algo mejor. Era una pena que, sin
papeles, lo único que pudiera encontrar era ese tipo de trabajos de medio pelo.
Pocas horas antes de presentarse
en el restaurante para su primer día de trabajo, estaba sumamente nervioso. Ni
siquiera estaba seguro de poder cumplir con el frenético ritmo que le esperaba
y mucho menos estaba preparado para lidiar con las que supuestamente serían sus
compañeras de trabajo.
Sin embargo, se dejó llevar hasta
el restaurante y llegar a la hora convenida. Durante todo el trayecto sintió
cada tanto punzadas en el estómago, pero no dijo nada. No quería que ella
pensara que era un pusilánime. La chica lo hizo entrar, no sin antes besarlo,
como nunca lo había besado. ‘’Todo va a estar bien’’ le aseguró. ‘’Tal vez te
espere despierta, ya sabes, para compensar tu primer día de trabajo’’ le dijo
en voz baja. El chico entró y enseguida se oyeron los silbidos de las chicas de
la cocina. ‘’¡Hasta que por fin!’’ gritaban algunas, al tiempo que aplaudían la
fresca carne, tan tierna, tan hermosa y apetitosa que degustarían esa noche.
La chica se quedó con la oreja
pegada a la puerta, hasta que empezaron los gritos, seguidos de más aplausos,
jadeos y gemidos. Se alejó tranquilamente y al llegar a la esquina, mandó un
mensaje. ‘’Oscar, listo. Paso mañana por el pago. De nada’’. Un par de horas
más tarde, leyó la respuesta: ‘’Tú sí que sabes encontrar buena carne. Esta era
de primera, según las chicas. Era muy lindo tu chico’’. Terminaba el texto con
un emoticono que guiñaba el ojo. Ella sonrió complacida. ‘’Yo sí que sé’’, dijo
para sus adentros y se alejó tarareando una melodía, amparada por la oscuridad
del callejón.