Lleva 34 años durmiendo sin sueños,
desde el día del accidente, exactamente. Se va a la cama y no sueña, la mente
queda en blanco, como una película que nunca se proyecta. A excepción de esa
noche, anterior a la llamada, que soñó un único sueño, en el que él volvía.
En el sueño, se observaba en el
espejo del baño meticulosamente. Se recogía el cabello, abría la llave del agua
y se inclinaba para lavarse el rostro. Al levantarse, él estaba del otro lado
del espejo y la miraba, diáfano, como siempre fue, y le sonreía, con tristeza,
como cuando tenía algo terrible que confesarle. ‘’Aparecí’’, le decía, varias
veces. ‘’Y vas a poder perdonarme’’.
Despertó. Se quedó acostada un
buen rato, pensando, sintiendo lo que era soñar de nuevo un único sueño después
de 34 años. Anotó la frase y la leyó en silencio. Se levantó. Ese día no
desayunó. Decidida, supo que tenía que pasar por la oficina de casos
archivados.
Al llegar al viejo edificio,
subió al tercer piso lentamente. Llevaba cerca de tres años sin ir y le pareció
que nada había cambiado, incluso la señora del archivo se había detenido en el
tiempo.
‘’Hola’’, dijo. La mujer se le
quedó viendo. ‘’Tenía años sin verla, señora’’. ‘’Lo sé. He estado ocupada,
buscando en otros lugares, pero hoy es el día’’, explicó. ‘’¿El día de qué?’’,
preguntó la mujer intrigada. ‘’De encontrarlo, finalmente’’. La mujer le sonrió
entre triste e irónica. ‘’Si usted lo dice…’’ y dejó la frase en el aire. ‘’¿Me
podría facilitar el archivo?’’, preguntó. ‘’La verdad…y no lo tome a mal, pero
ya no se puede. La causa prescribió hace tiempo atrás, lo sabe, y esos archivos
tan viejos, siguen en el depósito. Si antes se lo permitimos fue por caridad’’
y bajó la mirada, al tiempo que la voz. Concluyó con un ‘’lo siento’’ tímido y
apagado. ‘’Gracias’’, fue todo lo que ella atinó a responder.
Bajó las escaleras y se encaminó
a la jefatura de policía, la misma que durante años llevó su caso y la vio
llegar día tras día en busca de nuevas informaciones. Cuando los agentes de
siempre la vieron aparecer, salieron a su encuentro, más por lástima que por
educación. ‘’Hoy es el día’’, les dijo y se sentó. Los agentes la miraron
impactados: ‘’No puede permanecer aquí a menos que…’’, le dijo uno. Ella
completó la frase: ‘’A menos que mi marido aparezca y ustedes puedan cerrar el
caso’’. Todos se miraron entre sí. No supieron qué responderle, así que optaron
por dejarla ahí, en la recepción, sentada sin inmutarse.
Pasadas tres largas horas, un
extra en las noticias dejó a toda la jefatura en silencio: ‘’Hace menos de una
hora se encontraron los restos de una avioneta. Se presume que son de la
aeronave perdida hace 34 años de la empresa…’’.
Los agentes de siempre comentan
la noticia. De repente, recuerdan a la mujer, que ahora está de pie, en la
recepción, esperando, como ha esperado durante 34 años por cualquier noticia
que la devuelva a la vida y la aleje del todo de la muerte.
‘’Se los dije. Hoy era el día. Me
llamarán a casa, me harán comparecer de nuevo, me darán las condolencias y me
explicarán cómo pasó esto. Yo querré saber los detalles. Siempre he querido
saberlos, pero encontraron a mi marido. De alguna forma, eso me basta un poco.
Ahora puedo perdonarlo’’. Respiró hondo y se alejó, camino a su casa.
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