La pareja aprovecha la
penumbra del callejón para besarse y tocarse. El hombre no resiste: ‘’Quiero
hacerlo ahora’’, le susurra a la mujer con voz ronca. ‘’En plena calle no, que
nos pueden ver’’, explica ella, sin convicción. ‘’Déjame entrarte un poquito,
no más’’, le insiste. ‘’Ya dije que no’’, y lo empuja. El hombre bufa: ‘’No me
aguanto. Vamos a algún lado’’. La mujer lo mira fijamente, al tiempo que
respira entrecortado: ‘’A mi casa, estamos cerca’’. Con la prisa propia de los
amantes de paso, casi corren hasta detenerse frente a un viejo edificio. ‘’Aquí
vivo. Justo en el tercero, el que tiene la ventana entreabierta’’, dice ella.
Él se acerca un poco a la reja para observar. ‘’¡Pero está abandonado!’’. Se da
la vuelta para encarar a la mujer y con estupor va viendo cómo esta se va
desvaneciendo ante sus ojos, lentamente, con una gélida sonrisa.
25 febrero 2016
05 febrero 2016
La herencia
- Se refugió entre nosotros durante mucho,
mucho tiempo. Te esperó por varios años, pero nunca llegaste. O al menos no en
el tiempo que él pensó que te tomaría llegar.
- Supe de su existencia hace
poco, en realidad. Mi propio padre me ocultó la verdad de quién era su padre durante
muchos años, hasta que me lo contó. Yo no lo podía creer.
- Pues ya ves, llegaste tarde. De tu abuelo sólo quedó esto, su cráneo, que te entrego.
- No sé si lo quiera. Es demasiado peso ya saber quién fue y qué hizo.
- Pues ya ves, llegaste tarde. De tu abuelo sólo quedó esto, su cráneo, que te entrego.
- No sé si lo quiera. Es demasiado peso ya saber quién fue y qué hizo.
- No te corresponde a ti juzgarlo. Llévalo. Es toda tu herencia.
El monje le entregó al
muchacho la calavera de su abuelo y lo dejó a solas, en la capilla, a merced de
la soledad de sus propios pensamientos.
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