Todos la aplauden con una mezcla de envidia y alegría,
porque ¿a quién no le hubiera gustado ser el ganador? Y ella se hace esa misma
pregunta cuando recoge el premio, feliz. ¿Qué es de hecho la suerte, si nunca
la ha conocido de cerca? Tal vez sea esto, justamente esto.
Algunos de sus colegas la rodean, llenos de
curiosidad. ‘’¿Por cuántos días? ¡Qué exclusivo! ¡Qué increíble, siempre quise
ir!’’, tantos comentarios ajenos la aturden un poco. Solo sonríe y contesta con
interjecciones que denotan más su pesada timidez.
Cuando todos se han calmado y ella está ya sola y
tranquila en su escritorio, abre de nuevo el sobre y lee: ‘’24 horas para dos
personas en…’’. Cierra los ojos. Si esta es la suerte, se siente de maravilla.
De camino a su casa, solo piensa en qué día pedirse
libre para disfrutar del premio. Tal vez lunes o viernes. Tendrá que llevar
ropa nueva. No puede entrar en ese sitio con lo de siempre, que grita su triste
clase media. Además, tendrá que comprarse un camisón de seda. No quiere que él
no la desee. ¿Cómo hará perfectas esas noches?
Va ensayando mentalmente qué le dirá, cómo abordará la
charla. Es difícil, lo sabe. No puede saber cómo reaccionará y por más que
ensaye el diálogo, siempre hay algo que le impide ser del todo sincera con él.
Al llegar a casa, se da cuenta de la hora. Abre
delicadamente la puerta, para pasar más que inadvertida. Desde la cocina, su
marido la escucha, a pesar del ruido de la calle, que se filtra por la ventana.
‘’¿Te pasó algo que llegaste tarde? ¿Mucho trabajo?’’. Respira hondo antes de
responder, para que en su voz no aparezca el fastidio y el aburrimiento de
siempre. ‘’Sí, había un par de cosas que hacer y yo no sabía cómo’’. ‘’Y claro,
porque eres algo tonta. Deberían cambiarte de departamento’,’ sentencia el
hombre.
Un tanto molesta, se apoya en el marco de la puerta de
la cocina, sin haberse quitado aún el abrigo ni dejado la cartera en el lugar
de siempre. ‘’Me duele un poco la cabeza. Voy a recostarme un rato’’, dice en
voz baja. El hombre la ignora y continúa hablando como si ella no estuviera
ahí, como siempre, como todos los días, casi silente: ‘’La cena estará lista en
media hora, calculo. Hoy tuvimos una reunión larguísima con los de desarrollo,
que obviamente no saben un carajo de…’’.
Ya no lo oye. Se dirige al cuarto y cierra la puerta
sin hacer ruido. Se quita la ropa y se pone el piyama. Es temprano aún, pero no
quiere hacer más nada que leer las veces que hagan falta los detalles del
premio, hasta memorizarlos, si es posible y recitarlos, como si de un concurso
de declamación se tratara.
Se mete en la cama y esconde el sobre debajo de la
mesita de noche. Ensaya mentalmente lo que le va a decir, cómo. El plan ya
existe en su cabeza, solo tiene que darle forma perfecta. Sonríe con la
placidez propia de quien está satisfecho con la vida, a pesar de todo.
‘’Si tan solo en mi mundo no existiera mi marido’’
piensa y toda la alegría reciente se evapora de su cuerpo. Se acurruca y
esconde debajo de las sábanas, a esperar a que él le dé la gana de aparecer en
la habitación, a la hora que quiera. Permanece un tanto inmóvil, hasta que lo
siente entrar, cambiarse la ropa y meterse en la cama, con todo el ruido y lío
que hace de costumbre, sin importarle si ella ya duerme.
Ella espera el tiempo necesario. Como si de una pluma
se tratase, va arrimando el cuerpo a la orilla del colchón. Desliza una pierna,
hasta tocar el piso. Desliza la otra para impulsarse delicadamente. Aguanta la
respiración. Escucha los torpes ronquidos de su marido, así que aprovecha el
estruendo para levantar la mesita de noche y sacar el sobre con cuidado. Sale
de la habitación en puntillas.
Se dirige a la cocina, cierra la puerta y se esconde
en un rincón. Respira hondo y llama. La familiar voz le responde con una
pregunta: ‘’¿Pasa algo?’’. ‘’No, solo quería hablar unos minutos contigo’’ le
explica. ‘’¿A estas horas? ¿Qué haces despierta?’’. La chica demora en
responder. ‘’Necesito decirte algo…importante’’ dice finalmente. ‘’Bueno,
dímelo’’ dice el chico con curiosidad. ‘’Me gané un premio. Una estadía de un
día en un hotel de estos boutique…’’ y hace una pausa eterna antes de proseguir.
‘’Quiero que vengas conmigo. Es solo un día. No pasará nada, lo sabes’’ y se
pone de cuclillas, como si hubiera
lanzado una bomba y esperara el estallido.
Del otro lado de la línea, el muchacho carraspea. ‘’Y
si no va a pasar nada, ¿por qué me invitas a mí?’’. ‘’Porque me gusta tu
compañía, eso también lo sabes. Vamos, lo pasaremos bien juntos’’, insiste.‘’
‘’La verdad no lo sé. Mis días vienen complicados. Hablamos más tarde,
¿quieres? Cuando ambos podamos pensar con claridad’’ responde el muchacho.
‘’Está bien’’ responde y da por terminada la llamada.
Siente el rechazo como mil agujitas que se van
clavando lentamente en todo su cuerpo. Solo que esta vez no se dará por vencida
e insistirá, no sabe cómo, pero lo hará. A fin de cuentas, solo tiene una
oportunidad.
Durante cinco exactos días, lo llama, le manda
mensajes. Sabe que no está bien lo que está haciendo, pero el tiempo no está de
su lado y tiene que quebrar todas las resistencias del muchacho. Es con él que
sí o sí irá a disfrutar del premio.
La tarde del jueves decide esperarlo a la salida del
trabajo. Él la ve y esboza lo más parecido a una sonrisa: ‘’No te cansas’’, le
dice. Ella asiente con la cabeza. Lo toma del brazo tiernamente y lo va llevando,
despacio hasta la parada del autobús. ‘’Es el viernes 15. No hay por qué
pensarlo tanto. Siempre quisimos hacer algo así juntos’’ le explica la chica,
en voz baja. ‘’¿Quisimos?’’ pregunta el chico, al tiempo que se detiene y la
mira con el asombro de quien descubre un plan del que nunca fue parte. Ella
responde con la mirada más llena de certezas de toda su vida.
Terminan el trayecto en silencio. Él chico la abraza
antes de subirse en el bus. ‘’Está bien. Tú ganas’’. Los ojos de la chica
brillan, al tiempo que suspira. ‘’¡Tendremos 24 horas llenas de maravillas!’’.
Los dos ríen. Ella lo ve alejarse y sonríe con la placidez propia de quien está
satisfecho con la vida, a pesar de todo.
1 comentario:
Hola Alejandra, muy buenos tus cuentos. De este me inquietó bastante el hecho de que como algunas personas tienen que lidiar con el dilema de entre ser fiel o ser feliz.
Seguí así. Saludos.
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