12 octubre 2012
El ciego
Ciego de nacimiento o debido a algún
traumatismo o enfermedad. No importa. El detalle es que era ciego.
Pedía dinero en el metro. Estaba en todos los
vagones, en todas las líneas, a toda hora. ''Una monedita
para este ciego, por favor'' era su cántico. Sorprendía siempre su mirada azul sin vida.
Arrastraba los pies, hacía sonar ruidosamente su bastón e
iba tropezándose con la gente. No tendría más de 50
años, pero sus ademanes de anciano prematuro, hacían que
pareciese un tipo mayor, de esos que tienen aires de derrota y abandono.
Una noche cualquiera, a las 11:00 pm. Último metro. De repente, el ciego en el mismo vagón que yo.
Mis índices de curiosidad crecían a pasos agigantados.
''Próxima estación: Chiado'' y como si tuviera un resorte,
se transforma, se yergue en toda su estatura, se dirige sin
vacilar a la puerta del vagón y sale velozmente y empieza
a subir frenéticamente las escaleras. Yo lo sigo, también
frenéticamente. Sale a la calle y sin ayuda del bastón,
empieza a caminar aún más de prisa. Yo lo persigo casi
corriendo, amparada por las penumbras de la noche.
El ciego camina muy velozmente y se mete por estrechos
callejones oscuros que no aparecen en los mapas.Sin tropiezos, ni vacilaciones.
Al final de una calle pequeña, se detiene enfrente de una puerta,
saca las llaves de su bolso y sin vacilar abre la puerta y
la transformación va teniendo lugar: el ciego se encorva,
es de nuevo un anciano prematuro, derrotado y triste y así
entra a la casa, su casa.
En la esquina me quedo un rato, viendo como las luces de
esa casa misteriosa se van apagando lentamente.
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1 comentario:
Recién lo leo.
Me gustó la historia.
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