En Plaza de Armas la chica apoya
la maleta en el suelo. Respira hondo y grita: ‘’¡Adiós, Santiago! ¡El amor
nunca estuvo aquí!’’.
Su declaración paraliza a los transeúntes, espanta a las
palomas, entristece a los árboles y pone en alerta a los gendarmes.
Recoge la maleta y emprende su
camino, sin percatarse del temblor que sus palabras provocaron en la propia
ciudad.
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