‘’Mamá…’’ y hace una pausa que a la madre se le antoja
eterna. ‘’Yo sigo pensando que todo esto no es necesario, mi hermano y yo…’’.
La madre la interrumpe con un ademán. ‘’No sigas, no sigas. Ya hemos hablado de
esto millones de veces. Ni tú ni tu hermano van a hacerse cargo de mí, de mis
cosas. Es más, no tienen por qué. ¡Sobre todo el loco de tu hermano!’’ y suelta
una carcajada épica, al tiempo que atrae hacia sí a su hija y la abraza.
Ambas mujeres terminan de empacar y de poner en orden
lo necesario. Ya en la sala, la madre se sienta a esperar a que llegue su hijo
menor a buscarla. ‘’¿Necesitas algo, mamá? ¿Tienes todo? Me parece tan poco lo
que te llevas’’ pregunta la hija con cara de preocupación. ‘’Llevo todo lo que
quiero y todo lo que necesito, mi amor’’, responde la madre con dulzura.
A la hora pautada, el hijo estaciona el auto enfrente
de la casa. Con el escándalo de siempre, saluda a su madre y a su hermana. Sube
las pocas pertenencias de la mujer en el auto y tiene el tino de no preguntar
si está lista y decidida para empezar su nueva vida. A fin de cuentas, su madre
es lo suficientemente terca como para no cambiar de opinión una vez que toma una
decisión, para bien o para mal.
Intenta pensar alguna frase hecha que les dé pie para hablar
mientras van en camino, pero nota la ansiedad de su madre por llegar y la
pesadumbre de su hermana; así que guarda silencio y pone algo de música que
tararea sin ritmo. El viaje se le hace interminable. ¿Estaría su padre de
acuerdo con esto, dondequiera que se encuentre? Mil pensamientos relacionados
lo asaltan, justamente a él, que es hombre de poco pensar.
Llegan finalmente a su destino. La mujer no puede
ocultar su complacencia, la felicidad que siente por estar ahí. Sin esperar a
que el auto se detenga, abre la puerta. ‘’¡Mamá! ¿Qué haces? ¡Espera!’’ gritan
ambos. La mujer ríe, al darse cuenta de su impaciencia. Una vez estacionados,
ni siquiera aguarda a sus hijos y se encamina hacia la entrada principal.
Saluda a la chica de la recepción con un hola cálido y radiante. ‘’Mi nombre es Ava.
Ava Mezquita’’ y le entrega los documentos necesarios para hacer su ingreso.
Recorre con la vista el lugar. Nada del otro mundo y lo sabe bien, pero es el
lugar escogido. Y eso es lo que importa.
Antes de despedirse de sus hijos, los abraza como
quien ha cumplido con una misión de muchos años y se siente satisfecho con el
resultado. Ni siquiera los ve alejarse, sino que se dirige resuelta a su recién
asignada habitación. No quiere ordenar lo que trajo, ya habrá tiempo para eso.
Cierra con llave y se dirige al jardín.
No saluda a ninguna de las personas con las que se
cruza, ni tampoco se presenta. En su mente solo existe una única cosa:
encontrarse. Recuerda las instrucciones: ‘’Hay un banco, cerca del único lago’’
y es ahí hacia donde se dirige. El sol pega de lleno con toda su fiereza, lo que hace que esté libre.
Se sienta. Está intranquila. Mira hacia los lados, expectante. No logra
relajarse.
Transcurridos algunos minutos, siente el humo de un
cigarrillo y es la primera vez, después de todos esos años, que le agrada.
Endereza la espalda y cierra los ojos. ‘’Ava’’ escucha y esa mano tan familiar
se posa sobre su hombro. En cuestión de segundos, toda su vida vuelve a ella en
ese instante. Como si solo hubiera nacido para ese momento.
La rodea con su mejor abrazo. El olor a cigarrillo los
envuelve. ‘’No has dejado el vicio’’ dice ella, pícaramente. ‘’Lo intenté y no
pude. Hay cosas que uno no puede dejar, ¿sabes?’’. Ella le hace espacio del
lado izquierdo, de manera que él sienta los latidos de su corazón. Se miran
largamente.
Él cierra los ojos y le acaricia el rostro, como nunca
pudo hacerlo antes, lo recorre palmo a palmo. ‘’¿No quieres verme? ¿Tan vieja
estoy?’’. Él sonríe. ‘’Sigues siendo hermosa, solo quiero aprenderte de
memoria. Yo sí que estoy viejo y eso que soy menor que tú’’. ‘’¡Tres años no
son nada!’’. Ambos ríen.
‘’¿No te parece un poco cliché el haberme citado en el
banco junto al lago?’’ pregunta ella pícaramente. ‘’Soy así, un cliché con
patas. No conozco mucho el lugar aún, me estoy adaptando. ¿Qué querías? ¿Qué te
citara en el comedor junto con todos los demás viejos decrépitos?’’. Ríen a más
no poder.
El primer beso la sorprende, mientras ella discurseaba
sobre el devenir político del mundo. Y fue como tantas veces imaginó que sería:
tierno y a la vez sexual, esponjoso y lento, complaciente y erótico. ‘’Esperé
años por esto’’, dice, después de quedar extasiada con la maravilla de aquellos
labios. ‘’Lo sé. Yo también. Pero es así la vida, todo tiene su tiempo y este
es el nuestro, Ava’’, responde él, con el mismo tono tibio y dulce que usó por
años con ella.
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