18 julio 2008

Sin rastros


Ana Emilia espera pacientemente sentada a que Eduardo baje. La sala, aún desprovista de muebles, luce enorme, incluso el silencio produce eco. Ana Emilia la va decorando mentalmente: un gran sofá ocre y dos sillones de colores tal vez dieran un buen resultado; no puede faltar el piano y tampoco cortinas en los amplios ventanales. Sonríe. ‘’Cuando regresemos de viaje’’ dice y la frase se repite en la sala.

Se levanta, revisa una vez más las maletas en la entrada y se dirige a la escalera. ‘’Eduardo’’, dice con calma. ‘’¿Por qué tardas tanto?’’ y se queda parada , tranquila en la escalera. Transcurren algunos minutos. ‘’¡Vamos a perder el vuelo!’’ dice burlonamente y empieza a subir pausadamente uno a uno los escalones. ‘’Eduardo, ¿qué haces?’’, dice y se detiene a la mitad. ‘’¡Baja ya!’’. Nadie responde. Sus palabras resuenan en las escaleras, pero Eduardo no aparece.

Ana Emilia sube y abre la puerta del dormitorio: la ropa de viaje de Eduardo yace en la cama, tal cual ella la había dejado. La puerta del baño cerrada. Se acerca y toca: ‘’¿pasa algo?’’. No obtiene respuesta. La abre lentamente. Está vacío. Eduardo tampoco está ahí.

Perpleja, Ana Emilia sale del cuarto y va abriendo una a una las puertas de las otras habitaciones vacías. Eduardo no se encuentra en ninguna de ellas. ‘’¿A qué estamos jugando, Edu? Vamos a perder el vuelo’’, dice en voz alta.

Desciende de prisa por las escaleras y llega hasta la cocina, recorre el comedor, el pasillo, abre la puerta que da al jardín, corre hasta el garaje. ‘’¡Eduardo!’’, grita al borde de la piscina vacía. ‘’¡Me estoy cansando! ¡Ya no quiero jugar más!’’, pero Eduardo no aparece, no responde.

Ana Emilia vuelve a recorrer el amplio jardín y llega hasta la entrada principal. Abre la puerta y sólo oye su propia respiración jadeante. La inmensa casa está vacía, sumida en el eco que producen sus pasos. No hay señales de Eduardo. Todas sus cosas permanecen en el mismo sitio donde las dejó, sus documentos personales, anteojos, llaves, todo, absolutamente todo permanece en su mismo sitio.

11 julio 2008

Crónica de un misterio no resuelto




Día aburrido y gris. Hace frío. Está somnolienta. Reúne fuerzas para concentrarse. Letargo.


Abre su correo: ''tus cajitas de música''. Remitente: desconocido. Pensó que era correo basura, alguna propaganda, pero le llama la atención el título. Abre el email:


''¿Por qué cuando dejas una cajita de música


la gente la ve como un adoquín?


La describen como uno.


O le pasan por arriba como uno.


O lo ignoran como uno.


Podés construir un camino con tus cajitas de música.


Que sería tan consistente como uno de adoquín.


Pero la gente le pasaría por arriba como uno.


Si pudiese tomar por ese camino quisiera abrir cada cajita de música.


Pero no me alcanzaría el tiempo de mi vida para llegar a destino.


Voy a tratar de no tomar por ese camino…''.


Sin siquiera pensarlo, responde: ''¿Y qué pasa si no te gusta la música de la cajita, una vez que la has abierto?''.


Dos días después -y para su sorpresa- recibe otro email desconocido: ''cajita número uno: Entonces de esa cajita surgiría una bailarina


que a lo lejos vería girar y girar y entre vuelta y vuelta me acercaría


hasta que en un momento la cuerda se acabaría


y ahí frente a frente me daría cuenta que la bailarina tenía una pistola con la que me apunta.





(Extracción de mi memoria)


Tú eliges el lugar de la herida


en donde hablamos nuestro silencio


Tú haces de mi vida


una ceremonia demasiado pura (AP)''.




Se estremece. Responde en el acto: ''¿Quedarán cicatrices para recordar esa herida? ¿Serán visibles? ¿O visibles sólo para quien las lleva?''.




Definitivamente, las cajitas son para ella. Les va poniendo música. Se va aprendiendo la letra. ¿Quién se las estará enviando?. ¿Quién la conoce tanto que sabe sus misterios?


Su rutinaria vida ahora tiene una grieta por donde se escapa a la fantasía. El trabajo ya no es trabajo, la repetición de sus días tiene una sinfonía diferente, la de las cajitas. Se siente acechada, pero ¿quién acecha a quién? ¿El que le manda las cajitas o ella que le responde? Magia. Milagro.


Dos días después, otra cajita, la segunda:


''Entonces en esta cajita estaría la noche.


La noche hace visible las heridas


porque la noche está llena de ojos


hasta que el día te recupera a la ciudad


donde todos están ciegos y ya no se ven heridas ni cicatrices.


Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.


Tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada. (AP)''.





Respira hondo. Sus dedos vuelan sobre el teclado:


''Pero


prefiero


seres


que


la




vivan


y


que
sean


algo.


Aunque


de


la


nada


también


surge


algo


o


casi


siempre''.


No hay escapatoria. Tal vez ni quiera escaparse. Su correo es la puerta a otra dimensión, llena de música sin letras, sin tonadas ni ritmos establecidos. Son cajitas mudas, que sin embargo, hablan por sí solas.



Dos días más tarde, recibe un tercer email:


''En esta está la nada


lo que no debe confundirse y pensar que no hay nada quizás esté todo...




TODO ES NADA ( A.W.)Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada. Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.(E.C.)''.



Mucho que decir y poco tiempo para responder. El exceso de obligaciones, contratiempos de último momento, el vértigo de la vida que a veces atrapa y enreda la alejaron de responder a tiempo las misteriosas cajitas de música.





El último email que recibió fue lapidario:



''Bueno... no voy a seguir abriendo tus cajitas
ya que no encuentro más señales en ese camino.
Sé que estuviste caminando por donde yo camino...
Y hasta quizás nos pensamos...
y sencillamente 'tú' eres especial y yo soy raro.
Perdóname si te perturbé...''.



No puede creer lo que lee. No quiere que el misterio termine. No quiere que la música acabe, pero el destino es voluble, como los propios seres humanos y nunca más recibirá cajitas de música. Nunca más abrirán la puerta de la magia para ella.













06 julio 2008

Infierno


Intentó deshacerse de los recuerdos: el tatuaje de su pierna, su voz de fumador empedernido, sus abrazos de acero.
Intentó no extrañarlo, pero se fue despedazando por el camino.
Era un infierno. Propio y ajeno.
Intentó escapar.
Lo logró.
Acabó con el sufrimiento.