30 enero 2023

La calesita

 


El viejo y decadente carrusel se alza en el corazón de un circo olvidado y abandonado. Los caballos, antaño vibrantes y coloridos, estaban ahora rotos y anticuados, con la pintura descascarillada y sin ojos; o mejor dicho, sin el brillo que antes tenían sus ojos.

El circo lleva décadas abandonado y el carrusel es la única atracción que queda, como testimonio mudo de su rutilante pasado.

Como todo lo que cae en el abandono, se tejieron historias, no muy alentadoras, sobre el carrusel. Algunos dijeron que estaba encantado,otros esparcieron el rumor de ciertos ruidos extraños y apariciones fantasmales que aparecían por la noche, danzando entre los caballos. Los más audaces dieron fe de que los caballos cobraban vida, que sus patas de madera se movían en una danza espectral, y que la música del carrusel sonaba, a pesar de que el mecanismo hacía tiempo que se había oxidado y roto.

A pesar de los rumores, un grupo de chicos curiosos, como todos los adolescentes, decidió explorar el circo abandonado. Llegaron hasta el sitio y caminaron entre las carpas destartaladas, cuyas telas raídas lanzaban una especie de silbido cuando soplaba el viento;  y la hierba crecida sin orden ni propósito alguno, hasta que dieron con el carrusel. En la oscuridad, los caballos eran aún más siniestros e inquietantes de lo que habían imaginado.

A medida que se acercaban, oyeron la infantil y repetitiva música del carrusel. Los chicos estaban aterrorizados y excitados al mismo tiempo, no sabían qué esperar, pero aún así, decidieron avanzar y continuar con su inusual exploración.

De repente, la música se detuvo y los caballos empezaron a moverse, con sus patas de madera crujiendo y mientras daban vueltas y vueltas. Los adolescentes se quedaron clavados en el sitio, incapaces de moverse, mientras los caballos poco a poco cobraban vida y sus jinetes fantasmales de épocas pasadas, aparecían sobre sus lomos cabalgándolos felices.

El grupo estaba más que horrorizado, pero no podían apartar la mirada y mucho menos escapar. Los jinetes fantasmales eran artistas del circo, aún vestidos con sus viejos trajes, con los rostros retorcidos en una grotesca expresión de espanto y terror.

Cuando pudieron tomar valor, los muchachos huyeron, sin atreverse a volver nunca más al circo abandonado. Sin embargo, el recuerdo del carrusel embrujado permaneció en ellos, así como la certeza de que los espíritus de los artistas siempre estarían atrapados, montados en el carrusel, para siempre.

El circo abandonado y el carrusel embrujado se convirtieron en un lugar de peregrinación popular para los buscadores de emociones y los cazadores de fantasmas, pero nadie se quedaba mucho tiempo. El ambiente inquietante y la sensación de ser observado por ojos invisibles los ahuyentaban, como un oscuro y tenebroso testimonio del pasado y de los espíritus atrapados en su interior.