05 noviembre 2013

El cuarto



‘’Se alquila cuarto en la zona de Gracia a estudiante de sexo femenino’’. Mar leyó el anuncio y lo subrayó. Sería el quinto en la lista de habitaciones para visitar ese día. Siguió leyendo el diario. Anotó tres direcciones más, antes de salir de casa y empezar el recorrido.
Cuando llegó a la Gracia, observó el edificio desde afuera. Tenía dos apartamentos por piso solamente, amplios balcones y estaba flanqueado por dos árboles milenarios, que seguramente lo hacían fresco durante el verano.
Tocó el timbre y esperó a ser atendida. ‘’¿Sí?’’, preguntó una voz masculina. ‘’Hola, vengo por el anuncio del cuarto’’, dijo. ‘’Bajo ya’’. Cinco minutos más tarde, Mar subía las escaleras del edificio, rumbo al tercer piso, escoltada por Stefano, el chico italiano que había publicado el anuncio.
Cuando Stefano abrió la puerta, Mar quedó impresionada con la magnífica luz que inundaba suavemente la sala del apartamento. El balcón, que no daba a la calle, sino al río, tenía unas amplias puertas con vidrios de colores, que le daban un aire juvenil a todo el conjunto.
‘’Aquí vivimos tres personas y estamos buscando a una cuarta’’, dijo Stefano, con su característico acento italiano. ‘’Dividimos los gastos de electricidad, gas, agua, entre todos. Lo normal, ya sabes. Se puede traer visitas, se permite fumar, de hecho, yo fumo’’, dijo, y sonrió seductor, aunque no lo fuera. Mar escuchó atenta y asintió. ‘’Te muestro el cuarto, que para eso viniste’’, continuó el muchacho, un poco impaciente y haciendo una mueca, que denotó todo su sarcasmo.
‘’Está al fondo. Es el cuarto más grande de la casa y tiene un pequeño baño privado. ¡Todo un lujo!’’. Cuando abrió la puerta de dos hojas, la luz de la amplia ventana, íntima y melancólica, invitaba inmediatamente al descanso. Había una cama de dos plazas, una mesita de noche a un lado y un closet mediano. Mar observó todo maravillada. ‘’Te parece lindo, ¿verdad?’’, le preguntó Stefano. Y antes de que ella pudiera responder, él mismo se contestó: ‘’Es que es una auténtica belleza. Y tiene una vista impresionante, además’’, enfatizó. Mar se acercó a la ventana y constató lo que decía el muchacho. La vista era insuperable. Toda la ciudad cabía en esa ventana, con sus techos rojos y su vida antigua. La catedral se veía perfecta y el río, al fondo, completaba el mágico escenario.
Mar abrió la ventana de par en par. Se sintió bañada por la luz del mediodía. ‘’Excelente sitio para empezar a ser feliz de una vez por todas’’, pensó. Stefano aguardaba, con los brazos cruzados en la espalda y jugando con las llaves entre sus dedos. Se le acercó y un tanto ansioso, le preguntó: ‘’¿Y bien? ¿Te gusta? ¿Te lo quedas?’’. Antes de que Mar pudiera responder, Telma entró a la habitación. ‘’¡Hola! ¿Viniste a ver el cuarto? ¿Qué te parece? No menos que hermoso, ¿verdad?’’, dijo y sonrió. ‘’Ella es Telma, una de las chicas que vive aquí’’, explicó Stefano, que siguió enumerando las ventajas de vivir en aquel sitio y justamente en aquel cuarto. Telma intercambió una mirada cómplice con Stefano. A cada frase que él decía, ella agregaba algo más, para darle más peso a la descripción.
Mar sintió la presión, la urgencia de la decisión. Todavía tenía cuartos que visitar, no quería apresurarse, pero este era verdaderamente una belleza a un precio que un estudiante extranjero con poco dinero como ella podía pagar.
‘’Una pregunta, chicos’’, dijo Mar. Telma y Stefano cesaron su parloteo y la miraron. ‘’¿Por qué ninguno de los dos se mudó a este cuarto, si es tan maravilloso?’’. Telma soltó una risita nerviosa: ‘’Porque…bueno…la verdad…’’. Stefano la atajó: ‘’Ya todos, Telma, Inés, que es la otra chica que no conoces aún, y yo, ya hemos recorrido los cuatro cuartos de esta casa y la verdad es que nos gusta cambiar’’, y sonrió, forzosamente. ‘’Sí, sí, nos gusta cambiar. Yo ahora ocupo el cuartito pequeño, al lado de la cocina y me viene bien’’, explicó Telma de prisa. ‘’Voy a pensármelo’’, dijo Mar. ‘’No lo pienses mucho, mira que…’’ y antes de que Stefano pudiera terminar la frase, sonó el timbre. Telma salió de la habitación para responder. Al regresar, dijo: ‘’Dos chicas están por subir a ver el cuarto. Seguro una de ellas se lo va a querer quedar, a menos que tú te decidas, ya’’, dijo, enfatizando ese ‘’ya’’ que llegó a sonar casi como una orden.
Mar parpadeó. ‘’Está bien, chicos. Lo alquilo’’. Telma y Stefano se miraron cómplices y sonrieron. Stefano extendió la mano y dijo: ‘’Trato hecho, entonces’’. ‘’Voy a despachar a las otras chicas. Ya vuelvo’’, dijo Telma y salió triunfante del cuarto. ‘’¿Cuándo tienes estimado traer tus cosas, Mar’’, preguntó Stefano, ansioso. ‘’El viernes, que tengo libre, seguro’’. ‘’Bueno, como gustes. Te dejo a solas un rato. Ya vuelvo’’. Mar recorrió despacio de nuevo el espacio. Quedó satisfecha con su elección. Se asomó de nuevo por la ventana, respiró hondo y sonrió ante el paisaje.

Cuando se fue, Telma y Stefano entraron al cuarto. Se miraron sin mediar palabra y movieron la cama de lugar, dejando al descubierto la silueta –ya ahora negra y ya algo desdibujada- del piso. ‘’Con tal de que no se entere de lo que pasó aquí, todo bien’’, dijo Telma. ‘’Si se entera, ya tendremos el depósito y alguna de las mensualidades. No te preocupes. Además, siempre hay estudiantes extranjeras en esta ciudad en busca de un cuarto’’, añadió Stefano y sonrió, con la malévola sonrisa de siempre.