20 marzo 2022

La jauría

 


                                                                                                                                            A Danail

Van caminando por una callecita, de las empinadas, de las más oscuras. La ciudad está llena de esas, lo saben, pero esa zona en particular, más. Para ser finales de otoño, está haciendo más frío que de costumbre. Ráfagas de aire gélido los azotan cada tanto, a modo de antesala de lo que será el invierno.

Él le aprieta la mano enguantada, no solo para cerciorarse de que sigue junto a él, sino para resguardarse un poco del frío. Olvidó sus guantes en casa. Tampoco lleva abrigo, sino una chaqueta de cuero, ya bastante gastada, que no lo protege del todo. Si no fuera porque necesita el empleo, se regresaría a casa. Pero se muerde los labios y no se queja. Sabe que ella detesta que él se queje por lo que considera ‘’nimiedades’’, así que no dice nada.

Cada tanto, tararea una melodía y la mira de reojo, para contar inconscientemente con su aprobación. ‘’¿Ya estamos cerca?’’ le pregunta la chica, por dentro de la bufanda que le cubre la mitad de la cara. ‘’Creo que faltan dos cuadras o algo así’’, responde vacilante y antes de escucharla bufar. ‘’Crees’’. No lo sabes. Era de esperarse’’. Él se encoge un poco y saca un papelito del bolsillo de la chaqueta. ‘’Faltan dos y llegamos’’ le dice en voz baja, no sin antes sentirse fulminado por la mirada de la muchacha.

Al llegar a la dirección, ambos se miran sorprendidos. ‘’Es muy…muy…’’ dice él. ‘’Fancy’’ dice ella, usando uno de los tantos anglicismos que emplea para recordarle que él no habla inglés. El chico traga grueso antes de decir ‘’y yo tan mal vestido. No sabía que este lugar era así de elegante’’.

Se acercan despacio al portero de la entrada, que los mira de arriba abajo, con algo de lástima. ‘’¿Se equivocaron de sitio, chicos?’’ les pregunta, al tiempo que les guiña un ojo. ‘’No, creo que no. Tengo una entrevista de trabajo’’ y saca el papelito donde tenía anotada la dirección y se lo muestra al portero. ‘’¡Ah! Eso es por la parte de atrás, por donde entra el personal de servicio’’ y les indica que vayan por el callejón de al lado hasta la única puerta que verán.

Ambos van sigilosos. Al llegar a la puerta, que está entreabierta, escuchan el ruido típico de quienes trabajan en la cocina de un restaurante. Y también risas, muchas conversaciones diferentes en varios planos de mucha gente o al menos de gente muy ruidosa.

El muchacho se asoma por la puerta, sin soltarle la mano a la chica. En segundos se hizo silencio. Ojos ajenos se fueron posando en él sin discreción alguna. ‘’Buenas noches, busco a…¿Oscar?’’ dijo y de inmediato se arrepintió de su pregunta.

Casi todo el personal de la cocina eran mujeres, que lo silbaron y aplaudieron después de haberle visto entrar por esa puerta y en ese lugar en el que se diría no pasaba gran cosa.

La chica lo empujó suavemente y cerró la puerta tras de sí. Si iba a entregar a esa presa, mejor era hacerlo rápido. Se fijó detenidamente en el lugar: Tenía dos pisos. En el primero se preparaban los platillos y en el segundo se lavaba la vajilla. Las chicas del segundo piso suspendieron sus labores y se acercaron a la barandilla a hacer ruido con los cubiertos para que el chico las viera, pero él se abstuvo de levantar la vista.

Cuando llegó Oscar, las mandó a callar. ‘’¡Es a mí a quien buscas! Vienes por el aviso, ¿no?’’ le preguntó, mientras le estrechaba la mano que estaba helada, no solo el frío, sino del susto.

‘’Sí, pero creo que mejor…’’ respondió el muchacho lentamente. ‘’Pero mejor le cuentas bien de qué va el trabajo. Es un muy buen prospecto, ¿cierto?’’ se apresuró a decir la chica. Oscar asintió y sonrió. Le dio una rápida explicación de lo que tenía que hacer y un pequeño recorrido por la gran cocina. Las chicas se le acercaron lo más que pudieron, algunas hicieron el intento de rozarlo. El chico se sintió aturdido. Era la primera vez que esto le pasaba.

Al terminar de hablar, Oscar le preguntó cuándo podía comenzar. El chico iba a negarse, pero la muchacha respondió por él: ‘’¡Mañana mismo! Me aseguraré de venir con él para que no se arrepienta’’ dijo burlonamente. Le extendió la mano aún enguantada al hombre y le sonrió. Oscar hizo lo mismo. ‘’Cerrado el trato. Mañana te espero a las 7:00 p.m. Sé puntual, por favor’’ y los acompañó a ambos a la puerta.

De vuelta al callejón, la chica iba triunfante, pero el muchacho no. En un punto del recorrido se detuvo. ‘’No me gustó ese lugar. ¿Viste cómo me vieron todas esas mujeres?’’ le preguntó angustiado. ‘’Pero mi amor, ¿de qué otra forma iban a verte, si eres hermoso?’’ le respondió en un tono dulce. ‘’Mañana te acompaño de nuevo y ya verás que todo saldrá bien. Los primeros serán difíciles, hasta que te acostumbres’’ le aseguró. ‘’Pero esas tipas allá adentro…’’ insistió. Ella resopló y dio por terminada la charla.

Al día siguiente, no hizo más que pensar en lo que había pasado la noche anterior. No quería ir de nuevo, no quería empezar en ese trabajo, no quería verse expuesto como un objeto a esas chicas, pero no quería defraudar a su novia. Ella había insistido en ese trabajo, ella misma se lo había conseguido. Era algo bueno y fácil para comenzar, al menos, hasta que pudiera tener algo mejor. Era una pena que, sin papeles, lo único que pudiera encontrar era ese tipo de trabajos de medio pelo.

Pocas horas antes de presentarse en el restaurante para su primer día de trabajo, estaba sumamente nervioso. Ni siquiera estaba seguro de poder cumplir con el frenético ritmo que le esperaba y mucho menos estaba preparado para lidiar con las que supuestamente serían sus compañeras de trabajo.

Sin embargo, se dejó llevar hasta el restaurante y llegar a la hora convenida. Durante todo el trayecto sintió cada tanto punzadas en el estómago, pero no dijo nada. No quería que ella pensara que era un pusilánime. La chica lo hizo entrar, no sin antes besarlo, como nunca lo había besado. ‘’Todo va a estar bien’’ le aseguró. ‘’Tal vez te espere despierta, ya sabes, para compensar tu primer día de trabajo’’ le dijo en voz baja. El chico entró y enseguida se oyeron los silbidos de las chicas de la cocina. ‘’¡Hasta que por fin!’’ gritaban algunas, al tiempo que aplaudían la fresca carne, tan tierna, tan hermosa y apetitosa que degustarían esa noche.

La chica se quedó con la oreja pegada a la puerta, hasta que empezaron los gritos, seguidos de más aplausos, jadeos y gemidos. Se alejó tranquilamente y al llegar a la esquina, mandó un mensaje. ‘’Oscar, listo. Paso mañana por el pago. De nada’’. Un par de horas más tarde, leyó la respuesta: ‘’Tú sí que sabes encontrar buena carne. Esta era de primera, según las chicas. Era muy lindo tu chico’’. Terminaba el texto con un emoticono que guiñaba el ojo. Ella sonrió complacida. ‘’Yo sí que sé’’, dijo para sus adentros y se alejó tarareando una melodía, amparada por la oscuridad del callejón.