14 julio 2014

Nuestro primer tango



A las 3:10 a.m suena su celular. Maia se incorpora de la cama, asustada y aturdida, antes de que el teléfono suene de nuevo. ‘’¿Quién es?’’, susurra. A su lado, el chico gruñe un poco y se cubre la espalda desnuda con la sábana. Maia susurra de nuevo. ‘’¿Quién es?’’, al tiempo que sale de la habitación.
‘’Acabo de llegar del club. Me acordé de la primera vez que bailamos tango’’, responde entre risas la voz al otro lado del teléfono. ‘’¿Qué?’’, pregunta Maia, aún somnolienta. ‘’La primera vez que bailamos t-a-n-g-o en el c-l-u-b. ¿Te lo tengo que repetir de nuevo? Esa fue la primera vez que nos besamos’’, explica, pausadamente. ‘’¿Pero acaso eres idiota del todo o estás jugando a serlo? ¡Es de madrugada! ¿Para esto me llamas?’’ dice la chica entre dientes, a punto de molestarse más de lo que ya está.
Al otro lado de la línea, la voz ríe: ‘’¡Pero qué mal carácter! Antes podía llamarte a cualquier hora que ni rezongabas. ¡Cómo cambian las cosas!’’ dice, y vuelve a reír. ‘’¡Ya te he dicho mil veces que no quiero que me llames!’’, ordena Maia con voz enfática. ‘’La primera vez que bailamos tango, nos besamos’’, continua como si no sintiera la furia en la voz y en la respiración de la chica. ‘’Esa noche, nos dimos el mejor abrazo, ese que aún llevo pegado al cuerpo. Esa noche nos besamos por primera vez, te lo reitero, y fue tan escandaloso ese beso, que varios salieron de la pista de baile, irritados. Pero nunca en mi vida me había sentido tan libre y eso te lo debo aún a ti’’. Maia escucha con atención. Respira hondo y se deja caer sobre el sillón de la sala. ‘’Eso fue en otra época, en otro tiempo ya. Yo era otra persona. Ahora soy esta que no quiere recordar ni los besos, ni las caricias, ni las noches a tu lado. ¡Nada! ¡No me llames más, por favor!’’ y corta la llamada. De nuevo, respira hondo.
Minutos más tarde se levanta y vuelve a la habitación. Con delicadeza, ocupa de nuevo su lugar en la cama. Abraza al chico y empieza a besarlo en la espalda. El muchacho va reaccionando poco a poco. La besa. La acaricia. Maia se desviste al mismo tiempo que el chico. Se aman sin premuras lo que resta de la madrugada.

Mientras, en esa otra parte de la ciudad que alguna vez compartió con Maia, sentada en la sala de su casa, dice en voz baja ‘’nuestro primer tango’’ y densas lágrimas resbalan sin prisa por su rostro.