07 agosto 2012

Hacer el bien

La primera en llegar al café es ella. Da un rápido vistazo al salón de té. Ninguno de los chicos ha llegado aún. Un mesonero la aborda: ‘’Buenas tardes. ¿Mesa para…? Le indica tres con la zurda. El mesonero asiente y la acompaña hasta una mesa del fondo, junto a la ventana. Una garúa fina y fría ha arropado la ciudad desde temprano. La chica observa las gotas pequeñas que van deslizándose por la ventana. Han pasado cerca de 15 minutos cuando él aparece. ‘’Hola’’. Da un respingo. ‘’¿Te asusté?’’ sonríe él su risa infantile de siempre, al tiempo que pregunta: ‘’¿Noticias?’’. ‘’Ninguna, aún’’, responde. Contraria a mi ansiosa puntualidad, llego al encuentro 35 minutos tarde. Me acerco con prisa a la mesa y saludo. Un silencio eterno se instala entre los tres, hasta que se acerca el mesonero y ordenamos. Al cabo de un rato, el chico levanta la vista de su café y da vueltas intranquilas a la cucharita dentro de la taza. Ella, de brazos cruzados, observa a la gente que lentamente pasa por la calle. ‘’¿Y bien? ¿Qué hacemos?. Fijan la vista en mí: ‘’Una buena tanda de golpes en todo el cuerpo, de manera de que esté en cama bastante tiempo’’. Él añade: ‘’Nada de armas blancas ni muchos menos. No queremos heridas graves’’. ‘’Somos muy amateurs para este tipo de cosas’’. ‘’Además…queremos solo darle un susto’’. ‘’Un buen susto’’. ‘’Pensemos en que lo que buscamos es que no nos moleste más por un rato. No es un venganza, es solo una advertencia’’. Los miro. Cada uno expuso su parecer. Respiro hondo. ‘’Por más específicos que seamos con los tipos que nos harán este trabajito, no podemos controlar todo lo que pase ese día’’. ‘’Me parece que ya no podemos controlar nada, desde el momento en que le paguemos a esta gente, quedamos totalmente a merced de ellos, de alguna forma’’, explica el muchacho. ‘’¿Y si se les va la mano?’’ pregunto. Ella responde, con cautela: ‘’Es uno de los tantos riesgos que hay que correr’’. ‘’Hoy venía pensando en todo esto’’, digo. ‘’Recordé el caso de uno de mis profesores de la Universidad. Dos tipos lo interceptaron cuando estaba llegando a su casa y le destrozaron las rodillas a patadas. Solo las rodillas. Estuvo todo un año en rehabilitación. En algo así pudiéramos pensar para nuestro infeliz’’.‘’El fin justifica los medios y más en este caso’’, concluyen. Miro por la ventana. La lluvia cesó y hay más gente en la calle ahora. ‘’Bien. Pauto la reunión para la semana que viene. Cada uno que lleve su parte del dinero’’. ‘’Hacer el bien. Nuestro bien. Y el de los demás chicos. Recordemos eso para evitarnos culpas’’, sentencia el muchacho. Ella asiente. Los miro antes de concluir: ‘’Hacer el bien. Me gustó eso’’. Afuera, ya sin lluvia, el frío del invierno que languidece, nos aguarda.

2 comentarios:

Claudio Alejandro dijo...

"No es un venganza, es solo una advertencia" (...) "no podemos controlar todo lo que pase ese día’’

El cuento realmente pone los pelos de punta, Ale. Me gusta. Me gusta, pero es como la sensación de pasarse la lengua por donde te falta un diente ...

Rafael Amor dijo...

Muy buena historia,excelente redacción. Soy nuevo en la escritura, pasa por mi blog y dime que te parece. Me sería de gran ayuda,gracias.
Saludos.