09 diciembre 2022

El hombre contrahecho

 



Alrededor de las 10:00 am, de martes y jueves, entra por el portón del colegio. Lo abre con dificultad pues es muy pesado para su escasa corpulencia; además, siempre va cargado de cosas, papeles que sobresalen del portafolio, sobre todo.

Desde diferentes lugares, ambas lo ven llegar. La directora se yergue en su silla y algunas veces ha tenido la osadía de soltarse el cabello, de manera de que le caiga salvaje sobre los hombros.

La asistente de la directora lo degusta con la mirada y a diferencia de su jefa, se abre los tres primeros botones de la blanca camisa del uniforme y deja entrever el sostén, para que quede al descubierto la delicadeza del encaje, la generosidad de sus pechos.

El hombre arriba, como siempre, arrastrando la parte izquierda de su cuerpo, dando tumbos como si de un muñeco desarticulado se tratase. Su lado derecho le responde sin problemas y es en esa disociación de ambas partes donde queda sometido a la acción espasmódica de su andar.

Es esa figura irregular y mal ensamblada la que desean la directora y su asistente cada martes y cada jueves del año escolar.

Ambas libran una guerra silenciosa y licenciosa para acaparar la atención del contrahecho profesor de matemáticas. Esta vez gana la primera partida la asistente, que se apresura a recibirlo con la excusa de ayudarlo a sostenerle la cantidad infame de papeles que carga consigo.

Acostumbrado como está a esa opereta, rehúsa alcanzarle el portafolio y sube despacio las escaleras, pero cuando faltaba poco para llegar al descansillo, la asistente desliza el pie para hacerlo caer. El hombre trastabilla y muchos de los papeles salen volando. 

‘’¡Ay, profe! ¿Se lastimó?’’ pregunta con voz de preocupación fingida, mientras se agacha a recoger el estropicio y a dejar bien expuesto el escote.

El profe disfruta de ese panorama, pero más de la patética función. Con el rabillo del ojo ve a la directora que sale disparada de su escritorio para intervenir como sea en el episodio.

Ambas lo ayudan a recoger los papeles y lo ven caminar con su eterna dificultad hacia la dirección, rumbo al salón de profesores.

‘’No es nada, no es nada’’ responde el hombre al tiempo que sonríe e intenta recuperar su escaso equilibrio como puede. La asistente intenta tomarlo del brazo y atraerlo hacia sí para ayudarlo a recomponerse, pero él, experto como es en las lides de su mal ensamblada estructura física, se yergue sin aceptar la ayuda y trata de seguir su camino.

Les sonríe a ambas mujeres con una dulzura ensayada durante años y camina lento, muy lento, marcando el desacompasado ritmo de su cuerpo a propósito. ‘’Disfruten, disfruten de esta visión’’ piensa y sigue su camino hacia el salón.

1 comentario:

Cabrónidas dijo...

Yo creo que deberían hacer un trío después de corregir los exámenes.