15 enero 2009

Ceguera


Ciego. No sé si de nacimiento o debido a algún traumatismo o enfermedad. El detalle es que era ciego. Pedía dinero en el metro. Me lo encontraba en todos los vagones, en todas las líneas, a toda hora. ''Uma moedinha para este ceguinho, se faz favor'' era su cántico. Me sorprendía siempre su mirada azul sin vida. Arrastraba los pies, hacía sonar ruidosamente su bastón e iba tropezándose con la gente. No tendría más de 50 años, pero sus ademanes de anciano prematuro, hacían que pareciese derrotado y abandonado.


11pm. Último metro. El ciego en el mismo vagón que yo. Mis índices de curiosidad crecían a pasos agigantados. ''Próxima estaçao: Chiado'' y como si tuviera un resorte, se transforma, se yergue en toda su estatura, se dirige sin vacilar a la puerta del vagón y sale velozmente y empieza a subir frenéticamente las escaleras. Yo lo sigo, también frenéticamente. Sale a la calle y sin ayuda del bastón, empieza a caminar aún más deprisa. Yo lo persigo casi corriendo. El ciego camina muy velozmente y se mete por estrechos callejones oscuros que no aparecen en los mapas. Al final de una calle pequeña, se detiene enfrente de una puerta, saca las llaves de su bolso y sin vacilar abre la puerta y la transformación va teniendo lugar: el ciego se encorva, es de nuevo un anciano prematuro, derrotado y triste y así entra a la casa, su casa. En la esquina me quedo un rato, viendo como las luces de esa casas misteriosa se van apagando lentamente.
Foto cortesía de: José María Pérez-http://www.flickr.com/photos/jmpznz/

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