16 enero 2009

Fantasmas


No hay nadie. El pasillo de la estación luce desolado, frío, silencioso. La chica se detiene en medio. No hay nadie y sin embargo, ve gente. La tropiezan ‘’perdão, minha senhora’’, le piden cigarrillos ‘’eu não fumo’’, monedas ‘’ajude-me! Tenho uma família que alimentar!’’. Oye voces, pasos, huele sudores ajenos, celulares sonando.No hay nadie y sin embargo, siente su mano aferrada a la de Martin. Lo mira. Lo siente. Lo ve inclinarse y sentir su mano rozando su rostro. Lo ve sonreírle y decirle, con aquella voz de trueno, ‘’you look afraid’’, ‘’I am’’, dice en voz alta y las palabras rebotan contra el silencio de la estación.

Avanza unos pasos. El último tren de la noche no trae pasajeros y sin embargo, escucha pisadas, un tropel de gente sube agitada las escaleras, caminan rápido hacia la salida. Se hace a un lado, se apoya contra el pasamanos que lleva a la salida. Logra sentir como la empujan, Martin la protege entre sus brazos de gigante, el mundo detiene su frenético ritmo, se abandona, cierra los ojos, nada malo puede pasarle si permanece en aquel abrazo. Abre los ojos. El pasillo de la estación sigue luciendo desolado, frío, silencioso. Sabe que está sola, pero eternamente acompañada de sus propios fantasmas.

Foto cortesía de Carlos Briceño: http://www.flickr.com/photos/16728062@N00/

2 comentarios:

Hugo Izarra dijo...

A veces ésa es la mejor compañía a la que se puede aspirar.

Anónimo dijo...

es tan lindo que casi duele esto que escribiste.