07 septiembre 2018

Cosa de suerte



Todos la aplauden con una mezcla de envidia y alegría, porque ¿a quién no le hubiera gustado ser el ganador? Y ella se hace esa misma pregunta cuando recoge el premio, feliz. ¿Qué es de hecho la suerte, si nunca la ha conocido de cerca? Tal vez sea esto, justamente esto.
Algunos de sus colegas la rodean, llenos de curiosidad. ‘’¿Por cuántos días? ¡Qué exclusivo! ¡Qué increíble, siempre quise ir!’’, tantos comentarios ajenos la aturden un poco. Solo sonríe y contesta con interjecciones que denotan más su pesada timidez.
Cuando todos se han calmado y ella está ya sola y tranquila en su escritorio, abre de nuevo el sobre y lee: ‘’24 horas para dos personas en…’’. Cierra los ojos. Si esta es la suerte, se siente de maravilla.
De camino a su casa, solo piensa en qué día pedirse libre para disfrutar del premio. Tal vez lunes o viernes. Tendrá que llevar ropa nueva. No puede entrar en ese sitio con lo de siempre, que grita su triste clase media. Además, tendrá que comprarse un camisón de seda. No quiere que él no la desee. ¿Cómo hará perfectas esas noches?
Va ensayando mentalmente qué le dirá, cómo abordará la charla. Es difícil, lo sabe. No puede saber cómo reaccionará y por más que ensaye el diálogo, siempre hay algo que le impide ser del todo sincera con él.
Al llegar a casa, se da cuenta de la hora. Abre delicadamente la puerta, para pasar más que inadvertida. Desde la cocina, su marido la escucha, a pesar del ruido de la calle, que se filtra por la ventana. ‘’¿Te pasó algo que llegaste tarde? ¿Mucho trabajo?’’. Respira hondo antes de responder, para que en su voz no aparezca el fastidio y el aburrimiento de siempre. ‘’Sí, había un par de cosas que hacer y yo no sabía cómo’’. ‘’Y claro, porque eres algo tonta. Deberían cambiarte de departamento’,’ sentencia el hombre.
Un tanto molesta, se apoya en el marco de la puerta de la cocina, sin haberse quitado aún el abrigo ni dejado la cartera en el lugar de siempre. ‘’Me duele un poco la cabeza. Voy a recostarme un rato’’, dice en voz baja. El hombre la ignora y continúa hablando como si ella no estuviera ahí, como siempre, como todos los días, casi silente: ‘’La cena estará lista en media hora, calculo. Hoy tuvimos una reunión larguísima con los de desarrollo, que obviamente no saben un carajo de…’’.
Ya no lo oye. Se dirige al cuarto y cierra la puerta sin hacer ruido. Se quita la ropa y se pone el piyama. Es temprano aún, pero no quiere hacer más nada que leer las veces que hagan falta los detalles del premio, hasta memorizarlos, si es posible y recitarlos, como si de un concurso de declamación se tratara.
Se mete en la cama y esconde el sobre debajo de la mesita de noche. Ensaya mentalmente lo que le va a decir, cómo. El plan ya existe en su cabeza, solo tiene que darle forma perfecta. Sonríe con la placidez propia de quien está satisfecho con la vida, a pesar de todo.
‘’Si tan solo en mi mundo no existiera mi marido’’ piensa y toda la alegría reciente se evapora de su cuerpo. Se acurruca y esconde debajo de las sábanas, a esperar a que él le dé la gana de aparecer en la habitación, a la hora que quiera. Permanece un tanto inmóvil, hasta que lo siente entrar, cambiarse la ropa y meterse en la cama, con todo el ruido y lío que hace de costumbre, sin importarle si ella ya duerme.
Ella espera el tiempo necesario. Como si de una pluma se tratase, va arrimando el cuerpo a la orilla del colchón. Desliza una pierna, hasta tocar el piso. Desliza la otra para impulsarse delicadamente. Aguanta la respiración. Escucha los torpes ronquidos de su marido, así que aprovecha el estruendo para levantar la mesita de noche y sacar el sobre con cuidado. Sale de la habitación en puntillas.
Se dirige a la cocina, cierra la puerta y se esconde en un rincón. Respira hondo y llama. La familiar voz le responde con una pregunta: ‘’¿Pasa algo?’’. ‘’No, solo quería hablar unos minutos contigo’’ le explica. ‘’¿A estas horas? ¿Qué haces despierta?’’. La chica demora en responder. ‘’Necesito decirte algo…importante’’ dice finalmente. ‘’Bueno, dímelo’’ dice el chico con curiosidad. ‘’Me gané un premio. Una estadía de un día en un hotel de estos boutique…’’ y hace una pausa eterna antes de proseguir. ‘’Quiero que vengas conmigo. Es solo un día. No pasará nada, lo sabes’’ y se pone de cuclillas,  como si hubiera lanzado una bomba y esperara el estallido.
Del otro lado de la línea, el muchacho carraspea. ‘’Y si no va a pasar nada, ¿por qué me invitas a mí?’’. ‘’Porque me gusta tu compañía, eso también lo sabes. Vamos, lo pasaremos bien juntos’’, insiste.‘’ ‘’La verdad no lo sé. Mis días vienen complicados. Hablamos más tarde, ¿quieres? Cuando ambos podamos pensar con claridad’’ responde el muchacho. ‘’Está bien’’ responde y da por terminada la llamada.
Siente el rechazo como mil agujitas que se van clavando lentamente en todo su cuerpo. Solo que esta vez no se dará por vencida e insistirá, no sabe cómo, pero lo hará. A fin de cuentas, solo tiene una oportunidad.
Durante cinco exactos días, lo llama, le manda mensajes. Sabe que no está bien lo que está haciendo, pero el tiempo no está de su lado y tiene que quebrar todas las resistencias del muchacho. Es con él que sí o sí irá a disfrutar del premio.
La tarde del jueves decide esperarlo a la salida del trabajo. Él la ve y esboza lo más parecido a una sonrisa: ‘’No te cansas’’, le dice. Ella asiente con la cabeza. Lo toma del brazo tiernamente y lo va llevando, despacio hasta la parada del autobús. ‘’Es el viernes 15. No hay por qué pensarlo tanto. Siempre quisimos hacer algo así juntos’’ le explica la chica, en voz baja. ‘’¿Quisimos?’’ pregunta el chico, al tiempo que se detiene y la mira con el asombro de quien descubre un plan del que nunca fue parte. Ella responde con la mirada más llena de certezas de toda su vida.
Terminan el trayecto en silencio. Él chico la abraza antes de subirse en el bus. ‘’Está bien. Tú ganas’’. Los ojos de la chica brillan, al tiempo que suspira. ‘’¡Tendremos 24 horas llenas de maravillas!’’. Los dos ríen. Ella lo ve alejarse y sonríe con la placidez propia de quien está satisfecho con la vida, a pesar de todo.

1 comentario:

Ian Iofre dijo...

Hola Alejandra, muy buenos tus cuentos. De este me inquietó bastante el hecho de que como algunas personas tienen que lidiar con el dilema de entre ser fiel o ser feliz.
Seguí así. Saludos.